Pepe Romero awarded the Medalla de Honor

Photo by Ramón L. Pérez - Archivo de Ideal

Photo by Ramón L. Pérez - Archivo de Ideal

 

On June 18, 2018, Pepe Romero received the Medalla de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de Granada. This is one of the highest honors that can be bestowed in Spain.  The Real Academia de Bellas Artes in Granada has existed since 1777.

Below are transcriptions of speeches delivered at the ceremony.

 

Speech by Director Jesús Mª García Calderón

Palabras para el Acto de Entrega de la Medalla de Honor de 2018

Excelentísimas e ilustrísimas autoridades, señoras y señores académicos, señoras y señores;

en una venturosa sesión celebrada en la tarde del pasado ocho de febrero, el Pleno de la Real Academia de Bellas Artes de Granada concedió de forma unánime la Medalla de Honor al guitarrista malagueño Pepe Romero. Nuestra Academia puso de manifiesto de forma inmediata que había querido resaltar con la concesión de su más alta distinción los valores extraordinarios, no solo musicales, que concurren en la persona de José Romero Gallego, nacido en Málaga en 1944 y verdadero referente a nivel mundial de la guitarra clásica española. Hijo del legendario guitarrista y compositor Celedonio Romero, quien fuera discípulo de Joaquín Turina y rindiera con su obra uno de los más altos tributos a la música española de todos los tiempos, la vida de este genial intérprete, desde que diera su primer concierto a los siete años en el Teatro Lope de Vega de Sevilla, ha venido marcada por el mayor reconocimiento de la crítica y por el continuo agradecimiento de un público entregado y entusiasta. Afincado desde su adolescencia en Estados Unidos, ha sido y ejerce como profesor de guitarra española en varias universidades norteamericanas, habiendo recibido numerosas distinciones como merecido premio a su admirable labor.

Esta Academia de Bellas Artes, al hacer pública su decisión, también quiso recordar su profunda vinculación con nuestra ciudad, casi una forma de civil devoción secular que viene arrastrando su familia desde tiempo inmemorial. También con algunos compositores granadinos que han encontrado en sus manos la generosidad de un intérprete deslumbrante, de una luminosa figura que ha sido capaz de abrir nuevos senderos para conjugar, de forma completamente magistral y como atributo esencial de su manera de entender la música, el virtuosismo y la sencillez en una feliz conjugación que lo impulsa continuamente a la incesante búsqueda de la belleza a través de la verdad.

Creo que muchos académicos siempre fuimos conscientes de la especial importancia de este reconocimiento porque, al hacerlo, también quería rendir nuestra Corporación, en un gesto de gratitud, un sencillo homenaje añadido a su padre, Celedonio Romero, quien trasladó a sus hijos, todos ellos grandes artistas, el entusiasmo que requiere contraer un compromiso suficiente en beneficio de la música y de la cultura españolas. Todos sabemos que el nombre de Celedonio Romero está esculpido en los muros de nuestra más alta tradición musical y esta misma noche, por gentileza de su hijo, podremos disfrutar de su bellísima Suite Andaluza pero, al margen de esta reconocida epigrafía del talento, el suyo es un nombre esencial en nuestra cultura que debieran conocer los escolares de nuestro país y que tendría que estar mucho más presente en la memoria cultural de todos los granadinos, andaluces y españoles.

Quien tiene el inmenso honor de dirigirles estas palabras carece de conocimientos musicales para intentar glosar, ni siquiera de forma aproximada, las numerosas virtudes que adornan la inabarcable trayectoria profesional de nuestro guitarrista. No soy más que un sincero y agradecido admirador que he disfrutado tanto con la música que interpreta, que solo podría sostener, una vez más, mi aplauso. Pero he tenido la suerte de escuchar también sus palabras, de observar sus gestos, de atender algunas explicaciones sobre su oficio, de ver como se relaciona con los demás en sus frecuentes visitas a nuestra ciudad, de oírlo evocar anécdotas de la pequeña mitología familiar, de personalidades mundialmente famosas ante las que actuó y a las que tuvo la fortuna de tratar, de grandes intérpretes o compositores a los que llegó, incluso, en algún caso, a querer. Haber compartido alguna vez sus recuerdos me ha permitido disfrutar de una impagable experiencia que le agradezco y que me permite asegurarles que podríamos, sin temor a incurrir en exageración alguna, aplicar a Pepe Romero aquella frase memorable que el gran Thomas Sterms Eliot aplicó a su amigo Igor Stravinski cuando, cuando después de una extensa charla recordándolo, le comentó al poeta Iorgos Seferis, que el genial compositor ruso era tan sumamente inteligente que carecía de vanidad.

Hemos recordado a su padre, pero podríamos recordar a sus hermanos y sobrinos, todos ellos grandes artistas, que han ido integrando, en su compañía, el cuarteto de guitarra española Los Romeros, una invención familiar que puede considerarse un hito en los anales de la interpretación musical. Y podríamos seguir con sus hijos y con sus nietos siempre vinculados, de un modo u otro, con la pasión por la música y la guitarra.

Dicen que la mejor madera para construir una guitarra es justamente la de aquel árbol, normalmente un ciprés, que más ha sufrido. Esta madera tiene sus anillos más estrechos y ha sentido con una cruel firmeza la falta de agua clara y abundante. El espíritu de Pepe Romero, paradójicamente, quizá para equilibrar su profunda unión con la guitarra, opera de una manera completamente inversa. Su vida es una vida de sacrificio pero llena de plenitud y satisfacciones, de éxito y del sincero aprecio y cariño de quienes le admiran y rodean. Soy la rama de un árbol, nos ha dicho, que es mi familia. Donde yo estoy, están mis padres, mis hijos, mis hermanos o mis sobrinos, todos juntos celebrando el goce de la música. Esta bellísima percepción es propia de quien recorre el mundo en un paciente tránsito de ida y vuelta que dulcifica el carácter. Se trata de una costumbre familiar que le viene de lejos. Su padre nació en Cuba porque su abuelo acudió a la ciudad de Cienfuegos con el encargo de construir, como arquitecto, uno de los más bellos edificios de la isla, el imponente Teatro Thomas Terry. Las vicisitudes de la fortuna y alguna tragedia familiar, determinaron que a los cinco años Celedonio Romero volviera hasta los Montes de Málaga para vivir y acabar encontrando, siendo casi un niño, a una mujer excepcional, Angelita Gallego, que se convertiría en su esposa. Es en este ir y venir de la familia cruzando venturosamente el océano donde quizá nace esa vocación de unidad, de persistencia, la conciencia de pertenecer a un árbol familiar que solo arraiga en el campo invisible del tiempo y de hacer de la nostalgia una sana costumbre que enriquece al alma en sus viajes terrenales. El árbol al que se refiere nuestro artista es el hogar y allí se baten las grandes batallas de la vida, allí están los cimientos del ser.

Un día, quizá a comienzos de los cincuenta del siglo pasado, Angelita Gallego le dijo a su hijo Pepe, quien acababa de cumplir siete años y no acudiría a la escuela hasta cumplidos los trece, que iba a continuar su esmerada educación enseñándole ortografía y que para ello harían cada día un dictado que luego corregirían y podrían comentar. Le compró unos cuadernos escolares y comenzó con el primer dictado. En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme … Y así, entre dictado y comentario, Pepe Romero estuvo escribiendo El Quijote hasta los doce o trece años y ello me permite considerar que ha sido este, entre todos sus méritos, el que nunca se le ha reconocido:  Probablemente, junto a Miguel de Cervantes, Pepe Romero es la única persona en el mundo que ha escrito El Quijote para comprender nuestro idioma. Lo que más me impresiona de esta deliciosa anécdota familiar no solo es la tenacidad y el amor por la literatura que transmite su madre, sino la docilidad del niño, su bondad, su ingenua paciencia, el cariño que rezuma toda esa andadura lenta y jugosa por el universo amargo que construyó la lucidez perdida del ingenioso hidalgo Alonso Quijano el bueno.

Esta y otras experiencias esenciales de Pepe Romero nos vuelven a demostrar que, como suelo repetir, el tiempo es circular. Tendemos a creer que el tiempo es un camino, una línea recta que nos lleva de un sitio a otro, que sube o que baja siendo el mismo como nos enseñó Heráclito. Pero no es así. El tiempo es un círculo invisible. Un círculo que, al cerrarse, se desprende del mundo para alcanzar la eternidad. Cada paso de nuestra vida nos aproxima y nos aleja a la vez del principio del que partimos y al que debemos, más tarde o más temprano, volver. Como nos recordó el mejor poeta del siglo XX, en mi principio está mi fin y en mi fin está mi principio. Ese círculo de vida, ese tiempo circular volverá a emerger esta noche en varias ocasiones cuando interprete nuestro invitado la música de su padre y lo haga en una guitarra construida por su hijo y por su nieto, lutieres referenciales en todo el mundo que cierran ese círculo mágico que lo envuelve en el acto, secreto y compartido a la vez, de hacerse música con el público que lo escucha, no de hacer música junto al público o para el público que tanto lo admira, sino con el público que sostiene el silencio.

Dicen que la música de otro gran maestro, de otro gran guitarrista y compositor, Leo Brouwer, necesita de un largo silencio cuando se acaba de oír. Con la música de Pepe Romero ocurre algo parecido porque antes de iniciarse, parece que necesitara encontrar el silencio. Encontrarlo para que reciba el aliento necesario y pueda nacer, medirse entre nosotros y volver finalmente hasta él mismo silencio del que partió. Solo los elegidos son capaces de comprender la importancia y el sentido del silencio en cualquier acto creativo del ingenio humano. Hoy tenemos la suerte de compartir esta velada con un espíritu que puede atisbar esa fuerza y esa misteriosa energía. No es esta una forma de hablar. El gran compositor Lorenzo Palomo ha dicho que escribió su maravillosa suite Nocturnos de Andalucía para el mejor guitarrista del mundo, para Pepe Romero y añadió que el sonido que brota de sus manos parece terciopelo.

Disfrutemos de su música y agradezcámosle públicamente que haya tenido la gentileza de aceptar nuestra Medalla de Honor y de traer su guitarra para compartirla con nosotros. Muchas gracias.


Acceptance speech by Pepe Romero

Agradecimiento en el Acto de Entrega de la Medalla de Honor de 2018

Excelentísimo Sr. Director, dignísimas autoridades, señoras y señores académicos, señoras y señores;

Permítanme que agradezca de todo corazón y en primer lugar, la concesión de esta Medalla de Honor que ya forma parte de mi más íntimo equipaje sentimental. Dicha esta verdad, hoy les quiero hablar, solo un poco, de mi infancia, del principio de mi vocación y de mi amor por la Música y la Guitarra. Nací en Málaga en 1944. Mis padres, Celedonio y Angelita, ya habían tenido a mi hermano Celín, nacido en 1936. Mi padre era ya un gran músico y guitarrista, mi madre una gran amante de la literatura y mi hermano Celín otro extraordinario guitarrista. En 1946 nació mi hermano Ángel, también guitarrista. Mis primeros recuerdos me llevan hasta la hermosísima Música que salía de la guitarra y las manos de mi padre y ver que mi hermano Celín también tocaba ya maravillosamente. Me fascinaba ver las clases de solfeo que mi padre le daba a Celín y sus palabras: Celincito, hay que medir el tiempo.

Cuando yo tenía unos 3 años, una tarde sentí gran dolor en mi espalda y caderas y quedé imposibilitado para andar. El médico de la familia me diagnosticó una poliomielitis. Doy gracias a Dios por este episodio en mi vida, pues lo que recuerdo ahora es el alivio que sentí escuchando a mi padre tocar y cómo preguntaba mi opinión acerca de si me gustaba más una frase tocada de una manera ó de otra. Una digitación en una cuerda o la misma frase en otra cuerda. De esta forma, sin que yo lo supiera, me estaba enseñando la magia y el embrujo de la Guitarra. Mi madre me contaba cuentos usando su gran conocimiento literario y mi hermano Celín me entretenía con toda la dulzura del mundo. No recuerdo cuanto duró esta etapa, pero tal como vino se fue. Quedé totalmente sano.

Esta memoria de amor y Música que recibí desde niño ha permanecido en mí durante toda mi vida. Desde entonces fui guiado por la Música y la magia que salía de la guitarra de mi padre con ese amor que brotaba de su alma y se encendía en sus manos.  Esto fue y sigue siendo la luz que me guía por el gran laberinto del arte. Todo lo que he podido lograr en mi carrera de músico y guitarrista, ha sido el resultado de muchísimas circunstancias maravillosas que han bendecido y han guiado mi alma.

Mi madre me enseñó a amar la literatura y comprender la fuerza y grandeza de la palabra. La vida es sueño y Don Quijote de la Mancha impactaron mi vida marcando mi deseo de comprender tres misterios: Lo que es la vida, la Música y la Guitarra. Después de muchos años pienso y siento que todo es amor. Recuerdo que cuando tenía 7 años toqué mi primer recital junto con mi padre. Recuerdo que estudié con él Granada de Albéniz, el Capricho Árabe y Recuerdos de la Alhambra de Tárrega y que el tocó Torre Bermeja de Albéniz. Estas músicas tenían para mí algo muy especial. Por esa misma época leí Los orientales de José Zorrilla; Corriendo van por la vega, A las puertas de Granada y Dueña de la negra toca. Después vine por primera vez a Granada y sentí una verdadera explosión de sentimientos. Cuando vi La Alhambra también sentí una inmensa admiración por todos aquellos compositores y poetas que supieron capturar con su arte la magia y misterio de esta ciudad. Esto me hizo ver todo lo que mi padre transmitía a través de estas obras, comprobar la magia que guardaba su guitarra para conseguir que los públicos de otras tierras sintieran y vivieran ese mismo misterio. Y quedé enamorado de Granada para siempre.

Nuestra casas, primero en Málaga y después en Sevilla, eran siempre frecuentadas por muchos amigos. Grandes pintores, escritores, poetas, intérpretes de diversos instrumentos, cantantes o compositores nos visitaban asiduamente y con todos ellos pude compartir y disfrutar la inmensidad de la Música. No puedo olvidar a mis hermanos, con quienes comparto la pasión por la guitarra y la creación de nuestro cuarteto de guitarras. Y naturalmente, mis sobrinos con los que el año que viene celebraremos 60 años desde el nacimiento del Cuarteto de Guitarras Los Romero. Además, mi hijo Pepe y mi nieto Bernardo han incrementado esta pasión familiar por la Guitarra, convirtiéndose en sublimes guitarreros.

Siempre recuerdo a mi padre hablar de las ondas sonoras. En su última conversación conmigo, poco antes de morir, me dijo: Cuando tú naciste yo te recibí con mi guitarra y fueron las ondas sonoras llenas de amor las que arroparon tu cuerpo y tu llegada a este mundo. Esta noche quiero que sean las tuyas las que acompañen a mi alma a subir al cielo. Allí en las estrellas os estaré esperando para seguir tocando juntos, siempre tocando. Mientras estrechaba mi mano, fundidos en un abrazo, con su último aliento, dijo casi inaudible: La guitarra. Así lo hice y después, junto a su cuerpo, mis hermanos, sus nietos y yo tocamos durante largo tiempo.

La descripción de mi padre sobre la Música como ondas sonoras y sus palabras hay que medir el tiempo, causaron en mí una impresión muy fuerte y han sido una constante fuente de meditación sobre la Música como una manifestación de la creación y la vida. La Música es la unión de los sonidos con el tiempo. Sonido que sale del silencio y tiempo que brota de la vida desde que el sonido rompe el silencio y se disuelve otra vez en el. El sonido y el tiempo son la materialización del silencio y la eternidad, lo que no tiene principio ni fin, pero que perduran en la inmortalidad.

En la búsqueda de servir a la Música, he encontrado la fuerza de trabajar con afán e inagotable energía. Mi creencia que Dios no nos pone retos sin tener a nuestro alcance la solución de ellos me ha dotado con la paciencia que tan necesaria es para poder superarse. En la búsqueda del virtuosismo , no olvidemos que hay que ponerlo al servicio de la Música para que abra los caminos y la Música fluya a través del intérprete. El virtuosismo como fin propio sólo multiplica nuestro egoísmo. Quiero despedirme con un breve consejo a los jóvenes artistas: la intención del artista es más importante que el resultado. La mía ha sido siempre glorificar a Dios y dar consuelo y alegría a la humanidad.

Muchas gracias.